Con el oído percibimos
sonidos, y sabemos si son graves o agudos, fuertes o suaves.
El oído es el órgano
de la audición. La oreja forma el oído externo que sobresale de la cabeza en
forma de copa para dirigir los sonidos hacia la membrana timpánica. Las
vibraciones se transmiten al oído interno a través de varios huesos pequeños
situados en el oído medio llamado martillo, yunque y estribo.
El oído
interno, o cóclea, es una cámara en forma de espiral cuyo interior está
cubierto por fibras que reaccionan a las vibraciones y transmiten impulsos al
cerebro vía el nervio auditivo. El cerebro combina las señales de ambos oídos
para determinar la dirección y la distancia de los sonidos.
El oído interno tiene
un sistema vesicular con tres conductos semicirculares de la sensación de equilibrio y la orientación espacial.
El oído interno tiene cavidades con un líquido viscoso (endolinfa) y pequeñas
partículas (estatolitos) que consisten principalmente de carbonato de calcio.
El movimiento de estas partículas sobre las células ciliadas del oído interno
envía señales al cerebro que se interpretan como movimiento y aceleración.
El oído humano puede
percibir frecuencias a partir de 16 ciclos por segundo, que es un sonido grave
muy profundo, hasta 28,000 ciclos por segundo, que es un sonido muy agudo.
Además, el oído humano puede detectar cambios de tono tan pequeños como 0.03
por ciento en ciertas gamas de frecuencia. Algunas personas poseen un
"oído absoluto", que es la habilidad de identificar exactamente
cualquier nota en la escala musical.